domingo, 18 de octubre de 2009

1968

1968: El presidente Johnson toma medidas para defender el dólar. Un artículo de José Luis Mora en el que se comprueba como, desde la Guerra de Vietnam, se pasó de tener 20.582 millones de dólares en oro a tener 12.900:

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1968/01/03/065.html
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1968/01/03/066.html

"Los despachos informativos que a lo largo de la última semana ponían de manifiesto que era inminente la adopción de una serie de medidas por parte de Estados Unidos para defender el dólar, acaban de tener confirmación, precisamente el primer día del nuevo año, con el anuncio hecho por el presidente Johnson acerca de una serie de disposiciones o directrices al respecto que se van a poner en práctica con la mayor energía y celeridad posible.

La urgencia del tema ha hecho que no se haya esperado para actuar en esta cuestión, a la fecha de ese tradicional mensaje sobre el estado de la Unión que el primer mandatario norteamericano suele hacer tradicionalmente en cada ejercicio y en el mes de enero.

Se ha comentado ultimamente que esas medidas tendrían como finalidad principal tratar de aliviar la situación de la balanza de pagos norteamericana y conseguir la instrumentación de una serie de medios para tratar de reducir o cubrir el déficit que la misma presentaba y se señalaba al respecto que la acción posiblemente se concretaría bajo dos líneas fundamentales: una, la tendente a lograr una reducción de esa sangría de dólares, casada con una política de fomento de exportaciones americanas y otra, el decretar lo que pudiéramos llamar un impuesto adicional de un 10 por 100 sobre el impuesto sobre la renta.

La progresiva y paulatina caída de las reservas de oro norteamericano guardadas en el famoso Fort Knox, observada desde 1958, fecha en que los haberes de oro de Estados Unidos se cifraban en 20.582 millones de dólares, ha hecho que, precisamente a finales de este año y como consecuencia de los últimos acontecimientos monetarios de mediados de noviembre, la devaluación de la esterlina y la posterior presión sobre el dólar y coyuntura de especulación en el mercado del oro, tanto la Casa Blanca como la Secretaría del Tesoro y el sistema de Bancos de la Reserva Federal, hayan decidido actuar en forma coordinada y enérgica para hacer frente a la situación.

Para complementar e ilustrar esta afirmación de esa pérdida paulatina de los haberes en oro de Estados Unidos, y centrándonos en el período 1958-1967, consignaremos a continuación para el lector la evolución registrada en ese lapso de tiempo por las reservas de oro norteamericanas, y que es como sigue:

1958: 20.582
1959: 19.907
1960: 17.804
1961: 16.947
1962: 16.057
1963: 15.596
1964: 15.471
1965:15.065
1966:13.235
1967 (noviembre): 12.900

Pasada, pues, esa barrera de los 13.000 millones de dólares en oro a finales de noviembre de 1967, según el anuncio hecho público el jueves de la semana última por el Comité Directivo del Sistema de Bancos de la Reserva Federal, como consecuencia de que en el citado mes los "stocks" de oro americano acusaban una disminuación de 74 millones de dólares y unida esta circunstancia a la reciente manifestación hecha por una serie de países europeos colaboradores en la política de apoyo al dólar, en el sentido de que los mismos condicionaban en cierta manera tal política de apoyo en el hecho de que Estados Unidos se esforzase en restablecer el equilibrio de su balanza de pagos, parece de todo punto natural y lógico que Norteamérica, por boca de su presidente, nada más iniciado el nuevo ejercicio de 1968 haya puntualizado toda una futura actuación en el sentido de defender el dólar.

Conoce ya el lector, por la amplia información que al respecto publicó ayer ABC, abriendo sus páginas de tipografía, las líneas fundamentales de esa actuación defensiva del dólar, y que no huelga el volver a consignarlas esquemáticamente en esta nota, y que son:

1. Reducción de la inversión americana en el extranjero.

2. Reducción de préstamos al extranjero por parte de Bancos norteamericanos.

3. Petición de que restrinjan los súbditos estadounidenses sus viajes al extranjero.

4. Reducción de gastos en los Departamentos de Defensa y Estado.

Para nosotros, estas líneas fundamentales de apoyo con respecto al dólar, entendemos que han de crear problemas en la economía, no sólo europea sino también en la de todos aquellos países que en un cierto grado o manera están alineados con Estados Unidos. Europa, no nos engañemos, la Europa avanzada, la Europa industrial, la Europa próspera, depende en cuantía considerable de la economía norteamericana. El fabuloso progreso tecnológico de los Estados Unidos es condicionante, casi decisivo, de futuros progresos europeos. La escasez de capitales en Europa es notable y esa propia psicosis de atesoramiento registrada en los últimos meses en el viejo Continente es también circunstancia que viene a añadirse para agravar esa incontestable falta de capitales en las latitudes europeas. La reducción de la inversión americana en el extranjero, así como la reducción de préstamos al extranjero por parte de Bancos norteamericanos, puede traer, casi con toda seguridad, un endurecimiento de los mercados de capitales europeos y un encarecimiento del dinero, lo cual no es circunstancia, en manera alguna, halagadora para la futura expansión y desarrollo del vivir económico de Europa. La petición de que los ciudadanos americanos reduzcan sus viajes al extranjero habrá de tener una incuestionable repercusión en esa fuente de divisas que es para Europa el turismo norteamericano, que posiblemente es, sin lugar a dudas, el de mayor capacidad adquisitiva.

Cierto que los haberes en oro de la llamada Europa industrial, así como las tenencias de dólares por parte de numerosos Bancos centrales europeos, e incluso de particulares, son notables, lo cual, en definitiva, ejerce una presión sobre la posición de oro de Estados Unidos.

Cierto que la devaluación inglesa ha lesionado en grado apreciable la posición del dólar, y cierto, además, el hecho posible de que como consecuencia de la específica coyuntura de la economía británica tal devaluación de la esterlina no ha sido más que una parte de la verdadera devaluación que debía haberse llevado a cabo. Ahora bien, parece ser que los Estados Unidos, con todos sus problemas propios y específicos, con todos sus estrangulamientos, con todos los condicionantes que derivan de un año electoral, están firmemente decididos a actuar enérgicamente para defender el dólar, cansados ya un tanto de observar y sufrir una política, casi casi diríamos insensata de fustigación hacia la moneda de ese país, Estados Unidos, nación sin cuyo concurso, y dicho sea sin sentimentalismo sino ateniéndonos a estrictas realidades, nuestro muy diletante y estaticista Continente europeo, no presentaría quizás ni el grado de libertad ni de desarrollo y prosperidad que hoy tiene. No sabemos ni podemos aventurar si, efectivamente, esta política de defensa del dólar tendrá pleno éxito. Lo que sí es incuestionable y es casi un axioma es que si por una serie de circunstancias el dólar se devalúa, todos, absolutamente todos, los países europeos soportarán una serie de desagradables consecuencias, y sólo quizá dos países, con la modificación del precio del oro, saldrían beneficiados, Sudáfrica y Rusia. El primero de ellos por ser el primer productor del metal precioso y, el segundo, porque según la cuantía de la modificación del precio del oro convertiría en rentables una serie amplia de explotaciones auríferas de que dispone. Estados Unidos, nos guste o no nos guste, si nos atenemos a realidades económicas, es elemento decisivo, repito, de la prosperidad europea. Sus riquezas potenciales, su fortaleza empresarial, su capacidad financiera, su portentosa tecnología y sus modernisímos sistemas de organización y producción económica integran o conforman una económica que pese a los quebraderos que le afecten por sus problemas en el sudeste asiático o por otros de raíz interna, hay que considerar sin discusión alguna que es la primera del mundo, y cuya evolución en una u otro sentido es condicionante fundamental de aquellas otras economías que giran en torno a ella. Por todo ello creo que sería muy conveniente que existiese entre los europeos menos fantasía y más realismo económico. Lo contrario creo que es, además de una insensatez , tirar piedras contra el propio tejado y, en última instancia, abrir, quizá, el camino a una crisis de alcance mundial, que en conclusión, a todos nos afectaría dolorosamente. Esperemos, pues, que Europa, por su propio bien e instinto de conservación, en este año de 1968 medite sensatamente la cuestión y tenga presentes todas las realidades económicas, que mucha realidad económica que sea la de que los haberes en oro de la llamada Europa industrial se hayan situado a finales de septiembre de 1967 en más de 19.000 millones de dólares."

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